Crisis bursátiles (II). Mecanismos de reequilibrio de los mercados

Por Vicente Espert

Una vez establecida el artículo anterior la importancia de la disciplina inversora ante una crisis bursátil, sigue siendo muy humano experimentar dudas (pánico) sobre si esta o cualquiera de las crisis que vendrán en el futuro, será la definitiva que acabará con el sistema capitalista.
Si esto fuera así, daría igual que nuestros ahorros desaparecieran, en la medida en que la propiedad privada, base del sistema capitalista, también lo haría. Pero en una situación de pánico nuestro instinto de supervivencia nos hace cometer el primer error: dejar de mirar a largo plazo para protegernos a corto plazo. Ya mismo, si puede ser.
No obstante, como sabemos que la visión del ahorrador debe ser de largo plazo, es preciso que recupere la serenidad antes de tomar decisiones erróneas, y de nuevo confiar en que los mercados son eficientes y tienen sus propios mecanismos para reencontrar el equilibrio y volver a la senda del crecimiento, que caracteriza al sistema capitalista, lo que se reflejará muy pronto en una recuperación económica.
Por eso, para que el ahorrador pesimista recupere su confianza, conviene citar algunos de los mecanismos más importantes que reequilibran los mercados en crisi, tales como:

1. La ley de la oferta – demanda es la base de reequilibrio del mercado

El mercado bursátil, como cualquier otro mercado, es un sistema que pone en contacto a vendedores y a compradores, que cierran transacciones si se ponen de acuerdo en la condiciones de estas, entre ellas, el precio. Ante una situación de pánico, se produce una venta masiva y la consecuente sobreoferta, que deriva en una bajada importante de precios. Pero los vendedores aterrorizados olvidan, que cuando alguien vende es porque alguien compra, y esto significa que hay un grupo de compradores que valoran la oportunidad de comprar lo que la manada está vendiendo despavorida e irreflexivamente. Harían bien en preguntarse qué ven estos compradores para adquirir lo que ellos venden.

2. Las operaciones de autocartera, como caso particular

Uno de los más interesados comprar las acciones infravaloradas de una empresa es la propia empresa, que es quien mejor conoce el valor de su negocio. Se  llama operación de autocartera, porque la empresa compra sus propias acciones a un precio inferior de la valoración que la propia empresa le atribuye, dado el mercado bajista.
La operación de autocartera, además, da mayor valor a sus propietarios, al reducir el número de acciones en circulación de modo que las que quedan tienen mayor participación en la empresa.
Hay que diferenciar esto de las operaciones de autocartera que buscan apuntalar la cotización de una acción a la baja, lo que supone un robo a los propietarios y una manipulación del mercado.

3. La selección natural actúa depurando el mercado

Ante una crisis económica, las empresas menos competitivas o en dificultades, van a ser las primeras en desaparecer. Sin pretender banalizar las consecuencias de un fracaso empresarial, el caso es que concentrará el mercado en las empresas supervivientes, que probablemente sean las que cotizan en los mercados bursátiles, y por lo tanto, aquellas a las que los ahorradores hemos fiado nuestro futuro. Es decir, la crisis eliminará competencia de nuestras empresas como inversores.

4. El abaratamiento de las materias primas

Las crisis económicas producen una desaceleración de la producción y consecuentemente una sobreoferta de materias primas (petróleo, cobre, oro, etc.), que bajan sus precios, lo que reduce costes de explotación. Así, aumentan los márgenes de beneficio de las empresas, pudiendo afrontar mejor las dificultades al tener la opción de reducir precios de venta si es preciso o destinar recursos a marketing, desarrollo de nuevos productos, o allí donde consideren mas adecuado para superar las adversidades.

5. El aumento del desempleo

Complementariamente a lo anterior, y sin restar importancia a los dramas personales, se produce una sobreoferta del factor trabajo (desempleo), que reduce los costes salariales, siempre y cuando los gobiernos favorezcan la necesaria flexibilidad laboral porque entiendan que salvar las empresas será bueno a medio plazo, ya que los trabajadores volverán a trabajar en ellas.

6.  El valor intrínseco de la empresa: los activos reales

El inversor, asustado por las bajadas de sus activos, olvida que en realidad él es propietario de una cartera de empresas que tienen activos reales: naves industriales, patentes, fondos de comercio, activos intangibles (como marcas y patentes), y no van a valer cero de un día para otro.
Es decir, una acción o una participación en un fondo de inversión (renta variable), con independencia del precio que tiene en un momento concreto, tiene un valor como un derecho de propiedad sobre activos reales subyacentes, a diferencia de la renta fija, que son derechos de cobro de una deuda.
En la vida cotidiana preferimos tener algo físico que un derecho de cobro. Más vale pájaro en mano que ciento volando, dice el refranero. Curiosamente ocurre lo contrario en los mercados financieros, donde se atribuye más credibilidad a la renta fija que a la renta variable.
Pero claro, pensará alguno, es que el deudor es el Estado. Como sostienen Reinhart y Rogoff, “prácticamente todos los Estados, en algún momento y de una manera u otra (envilecimiento de la moneda, impago, emisión de mas papel), han incumplido sus promesas de pago” (Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, Ed. Fondo de cultura económica, 2011). Por cierto, España lidera la clasificación de países menos cumplidores.
Abundando en la idea de los activos reales, Francisco García Paramés (Invirtiendo a largo plazo, Ed. Deusto, 2016) dice que “conviene estar preparado invirtiendo en activos reales (…). La falta de una moneda respaldada por el oro o algo similar independiente de una decisión política implica que esta se depreciará permanentemente frente a los activos reales (…). La presión de los gobiernos para depreciar la moneda es permanente”

7. Trasvase de la renta variable a la renta fija

Ante la crisis económica, los inversores que no liquidan sus posiciones, las traspasan a activos de renta fija por su menor volatilidad. De este modo bajan los tipos de interés de las nuevas emisiones de deuda (pública o corporativa), facilitando el endeudamiento de los emisores de deuda (grandes empresas y administraciones públicas).

8. La política monetaria expansiva interviene bajando los tipos de interés

Los bancos centrales, uno de cuyos objetivos es mantener una cierta tasa de inflación asumible pero por encima de cero (para el BCE este es su único mandato), inyectarán liquidez en los mercados para alejarse de la deflación, y esto bajará los tipos de interés relajando la presión de la deuda de las empresas y de los consumidores, lo que reactiva el consumo y la producción (aumento de la demanda agregada).

9. La política fiscal expansiva debería acompañar a la política monetaria

Los Estados deben ser conscientes de que en época de crisis no conviene subir la presión fiscal para no ahogar a los contribuyentes, sino todo lo contrario. Si bien esta es la teoría, hemos tenido experiencias en sentido contrario en aquellos países donde el estado del bienestar y el aparato administrativo de corte clientelar requieren ser alimentados a cualquier coste, así sea el progreso económico de todos los ciudadanos.

En conclusión, el ahorrador asustado haría bien en contar hasta diez (diez días, o mejor, diez semanas) antes de tomar una decisión que varíe su disciplina inversora, y mientras leer varias veces este artículo detenidamente. Es probable que después, los mercados hayan empezado a reaccionar en el sentido deseado.

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