Crisis bursátiles (I). La disciplina inversora ante las bajadas.
Por Vicente Espert
Un mes antes de la “crisis del coronavirus”, como posiblemente pase a conocerse en los libros de Historia, publiqué un artículo llamado “¿Invertir en máximos históricos? Sí”. Dicho artículo demostraba que, incluso con la “mala fortuna” de elegir para entrar en los mercados un momento de máximos históricos, justo antes de una fuerte caída de cotizaciones, la visión de largo plazo, una correcta diversificación de activos y la disciplina inversora, consiguen los objetivos de rentabilidad que se ha propuesto el ahorrador.
En vista de los acontecimientos, parece que el artículo fue premonitorio, pues cuando escribo este otro, abril de 2020, las carteras de ahorro han visto cómo sus rendimientos han experimentado mermas muy importantes, cuando no se encuentran directamente en rojo.
De los tres factores antes mencionados que ayudan a conseguir los objetivos de rentabilidad, esto es, largo plazo, diversificación y disciplina (no está de más repetirlos), la disciplina, que parece de menor categoría al lado de los otros dos, abanderados clásicos de una buena estrategia de inversión, cobra la máxima importancia a la hora de un crash bursátil.
En efecto, la disciplina inversora entendida como la observancia estricta por parte del ahorrador de una serie de principios que guíen sus decisiones de inversión con el fin último de alcanzar sus objetivos financieros, flaquea en el instante en que el ahorrador ve volatilizarse sus ahorros junto con todas sus ganancias al mismo tiempo que observa la actitud de la masa que liquida a toda velocidad sus posiciones financieras presa del pánico.
Es difícil evitar entonces dejarse llevar por el efecto manada y venderlo todo, consolidando dramáticamente las pérdidas.
Pero es en ese momento, cuando el ahorrador tiene que recordar cuáles eran esos principios que se propuso seguir cualquiera que fuera la circunstancia, que podrían ser:
1. Evitar consultar con frecuencia las posiciones propias, sobre todo si uno tiene poca tolerancia a la volatilidad (no más de dos a cuatro veces al año).
2. Evitar la infoxicación (que es lo que ocurre cuando las hojas no dejan ver el bosque o cuando el exceso de información distorsiona la realidad), lo que implica:
- No mirar frecuentemente las cotizaciones de los índices bursátiles.
- Si se lee prensa económica, hacerlo con mucho escepticismo, ya que en mi opinión, esta es al inversor, lo que los reality shows son al chismoso. Salvo algunos artículos de fondo de incontestable calidad, que son la excepción, el resto de contenidos son rumores llenos de negatividad y cotilleos con el único objetivo de vender periódicos todos los días.
3. Mantener las aportaciones disciplinadamente si el ahorrador está siguiendo un plan de aportaciones periódicas, ya que ahora le están ofreciendo lo mismo por menos precio.
4. De hecho, si el ahorrador tiene liquidez disponible, lo correcto será realizar aportaciones extraordinarias a aquellos vehículos de ahorro que ya tiene en su cartera.
Lo ideal es ponerse en manos de un asesor financiero de confianza, cuya misión en este caso será, recordarle que:
1. Realizaron en su día una planificación financiera personalizada con diferentes objetivos financieros, cada uno con su horizonte temporal y su estrategia de inversión, y hay que ser disciplinado también, y con mayor razón (por la oportunidad) en momentos de bajadas.
2. Que ha estado monitorizando el cumplimiento de los objetivos planificados, y readaptando periódicamente la planificación juntamente con el ahorrador.
3. Que en este momento, tal y como han hablado siempre que se han reunido, tiene la oportunidad que le ofrece el mercado bajista para hacer aportaciones extraordinarias.
A mí me gusta, además, tomar prestadas las palabras de inversores de incontestable reputación y experiencia, como puede ser Peter Lynch cuando dice que
“Una caída en las acciones no es un evento sorprendente, es un evento recurrente, tan normal como el aire helado de Minessota. Si vives en un clima frío, esperas temperaturas bajo cero, así cuando tu termómetro exterior cae por debajo de cero no piensas en esto como el comienzo de la próxima Edad del Hielo. Te pones el abrigo, echas sal en la acera y recuerdas que cuando llegue el verano hará calor en el exterior.” (Batiendo a Wall Street, Ed. Deusto, 2017)
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