La insostenibilidad de las pensiones públicas

Autor: Vicente Espert
Cuando hacemos una planificación financiera seria, estableciendo objetivos y horizontes temporales, uno de los hitos más importantes es el momento en que uno se retirará y dejará de generar ingresos. El objetivo entonces será mantener el nivel de vida sin trabajar.
Existen, en general, dos sistemas para conseguirlo: El sistema de reparto, que es el que utiliza el sistema público de pensiones, y el sistema de capitalización. Veamos la diferencia.

Sistema de capitalización

Este sistema consiste en que cada trabajador tiene una o varias huchas en las que va aportando capital al ritmo que quiere o puede, capitalizando así un ahorro del cuál es titular y propietario.
Existen múltiples vehículos, tales como planes de pensiones, acciones, fondos de inversión, PIAS, seguros de ahorro, unit linked, etc. También hay otros menos sofisticados como cuentas corrientes, depósitos. Finalmente, hay otros vehículos no financieros como obras de arte, inversiones inmobiliarias o propiedades de empresas. Incluso hay quien prefiere guardar el dinero debajo de un colchón, por diversas razones.

Sistema de reparto.

Se trata de un sistema de solidaridad intergeneracional consistente en que los trabajadores en activo deben sostener las pensiones de los trabajadores jubilados.
Este sistema, tal y como existe hoy, fue creado en 1889 por Otto Von Bismarck, a la sazón, canciller de la recién creada Alemania, y establecía la edad de jubilación a los 70 años (aunque se redujo a los 65 años algo después). Una edad que entonces pocos alcanzaban, ya que la esperanza de vida media en hombres europeos no superó los 50 hasta los años 1930.
En definitiva, las pensiones se crearon para que los pocos que sobrevivían pudieran tener una cobertura frente a la pobreza, ya que sus condiciones físicas debían ser lamentables. Tampoco hay que olvidar que en aquél entonces, como hasta hace bien poco, las familias eran muy numerosas, y los hijos y lo que se conoce como “familia extensa” se ocupaban de sus mayores, si es bien cierto que el nivel general de pobreza era importante.
Para no desviar el asunto, en España hay actualmente algo más de dos trabajadores por cada pensionista. Es decir, conforme los trabajadores se van jubilando hace falta que aparezcan otros dos nuevos cotizantes que paguen la nueva pensión, con lo que la pirámide poblacional debería tener la forma que se le espera, piramidal, para poder mantener el sistema.
Por si no ha quedado bastante claro, el dinero que los trabajadores actuales cotizan para pensiones no es para ellos, sino para pagar las pensiones de los que ya son pensionistas. Es todo un esquema Ponzi, más conocido popularmente como estafa piramidal. Estas estafas son operaciones financieras consistentes en pagar rendimientos irreales (que nadie cuestiona mientras se van pagando) usando las captaciones de fondos de nuevos partícipes. 
En toda estafa piramidal, los estafados no se dan cuenta de ser víctimas hasta que dejan de cobrar los rendimientos esperados, cosa que ocurre porque el mecanismo de captación de nuevos fondos falla por alguna razón, y entonces constatan que sus aportaciones han desaparecido. 
Ha habido casos muy mediáticos, como Madoff o Fórum Filatélico. La particularidad de la estafa de las pensiones públicas es que la perpetra el Estado y la ampara en la legalidad.
¿Esto va a ocurrir con con las pensiones? Por supuesto, veamos por qué:

Insostenibilidad del sistema público de pensiones.

Hay tres factores que han convertido el sistema público de pensiones en insostenible:
1.     El aumento de la esperanza de vida en Europa, y en particular, en España hace que cada vez haya más pensionistas. De hecho, el español es el segundo pueblo más longevo del mundo, solo superado por Japón.
2.     La inversión de la pirámide poblacional, debida a la reducción de la natalidad, con poco más de un hijo por mujer, hace que la base de la pirámide se esté reduciendo y aumentando la parte superior, habiendo menos cotizantes.
Así, un artículo del Instituto Nacional de Estadística, prevé que en 2033 un cuarto de la población tendrá más de 65 años, por lo que la pirámide continuará invirtiéndose.

3.     La generosa tasa de reemplazo en España, que es el porcentaje del último salario que supone la pensión. España tiene una tasa de reemplazo medio de casi 75%, es decir, que si el último salario ha sido de 2.000€, la pensión será de 1.500€.
Según un informe de la OCDE, España es uno de los países europeos con mayor tasa de reemplazo, ya que la media de la OCDE no llega al 50%
Por lo tanto, el problema de la sostenibilidad de las pensiones públicas no es político, sino demográfico. No obstante, como los políticos, en lugar de cerrar pactos de Estado con una cuestión tan importante, igual que se hizo en su día con el terrorismo, se dedican a hacer demagogia, el problema no tiene visos de resolverse. Es por ello también que ningún gobierno ha querido informar a los ciudadanos de la pensión que vamos a tener, porque sería reconocer la estafa que están cometiendo.
En su lugar, el Estado se ha comprometido en su Ley 2/2015, de 30 de marzo, de desindexación de la economía española a subir las pensiones un poco todos los años, ocultando lo que de facto es una bajada anual, al no poder igualar la subida de las pensiones con la subida de la inflación. Si tradicionalmente las pensiones iban indexadas al IPC, actualmente siguen otras variables o índice mucho más acomodaticio para el pagador:
Se hace notar, por otro lado, que dicha normativa identifica un índice de revalorización de pensiones que se basa en un conjunto amplio de variables económicas que aseguran la sostenibilidad del sistema de pensiones de la Seguridad Social (Preámbulo II)
Que es como decir “voy a subir las pensiones cada año lo que mejor me acomode”.
Ciertamente hay soluciones para recuperar la sostenibilidad de las pensiones, y todas pasan por bajarlas y pagarlas durante menos tiempo, es decir, jubilarse más tarde. Hay que aceptar que la pensión pública que recibiremos será muy baja, y más baja cuanto más jóvenes seamos.
La alternativa es complementar la pensión pública con el sistema de capitalización, es decir construir un patrimonio financiero obligándose a ahorrar un poco periódicamente de manera disciplinada una parte de los ingresos. Un patrimonio cierto que podemos planificar para alcanzar un objetivo concreto en una fecha conocida, cosa que no ofrece el sistema público.
El problema que tenemos es de mentalidad, ya que no existe una cultura arraigada del ahorro, entre otras razones porque:
1.     Las pensiones han sido tradicionalmente muy generosas (tasa de reemplazo alta)
2.     Los salarios son generalmente bajos (poca capacidad de ahorro)
3.     La inflación ha sido alta en comparación con otros países desarrollados (desincentivo del ahorro)
4.     La falsa sensación de solvencia que irresponsablemente trasmite el Estado (entendido como sucesivos gobiernos y administraciones), que se erige en garante de las pensiones públicas en lugar advertir a los ciudadanos del drama que van a vivir cuando se jubilen.

Caso particular: Los trabajadores autónomos

Los trabajadores autónomos constituyen un caso particular por su mayor desprotección, puesto que su tasa de reemplazo es muy baja, como muestra el gráfico siguiente del artículo citado de la OCDE:
Por eso más del 90% de los trabajadores autónomos cotizan lo mínimo obligatorio.
Cuando un autónomo me anuncia su intención de subir su base de cotización, mi consejo es siempre que en lugar de eso, la reduzca al mínimo (puesto que la asistencia sanitaria va a ser la misma, al no depender esta de la base de cotización), y constituya un ahorro alternativo con el resto que pensaba cotizar, tal y como he explicado antes (sistema de capitalización).
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En conclusión, cuanto antes aceptemos la insostenibilidad del sistema público de pensiones y asumamos la responsabilidad de resolver nuestro propio futuro en vez de esperar que alguien lo haga por nosotros, menor esfuerzo será necesario hacer.
Si en cambio, confiamos en la sostenibilidad del sistema público de pensiones, entonces un día será el llanto y el rechinar de dientes.

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