La pirámide del ahorro: planificación financiera


Por Vicente Espert.
Cuando hablamos de ahorro, hablamos de sacrificio, porque renunciamos a gastar lo que tenemos hoy para poder hacerlo mañana. Por eso hay cuatro requisitos que suelen repetir los clientes cuando planifican su ahorro:
1.    Seguridad: El dinero cuesta mucho de ganar y cuesta mucho más de ahorrar, y por eso el primer requisito del ahorro suele ser no perderlo.
Por ello viene bien citar las dos reglas del inversor que se atribuyen a Warren Buffett: “Regla número 1: Nunca pierdas dinero. Regla número 2: Nunca olvides la regla número 1”
2.    Liquidez: Nadie quiere que su dinero quede bloqueado ante una emergencia que exija su uso.
3.    Flexibilidad: Este es un requisito que depende de cada persona. Un funcionario con ingresos regulares, seguros y un empleador sólido, no tiene las mismas necesidades de flexibilidad en el ahorro que un autónomo con ingresos cíclicos, que a veces puede ahorrar más, otras menos y otras necesita usar su ahorro.
Estos tres requisitos se pueden cumplir simplemente poniendo el dinero en un cajón con llave, debajo de un colchón o en una cuenta corriente. Pero como decía, hay un cuarto requisito:
4.     Rentabilidad: Como ya explicábamos en otro artículo sobre la inflación, la inflación erosiona nuestro ahorro sin que nos demos cuenta, como un impuesto oculto. Así, si tenemos el dinero en una cuenta corriente, en 20 años este perderá un tercio de su poder adquisitivo, y en 30 años la mitad. Para que esto no ocurra, necesitamos realizar una correcta planificación financiera.
Una vez fijado nuestro propósito de que el ahorro no pierda poder adquisitivo, que en el citado artículo cuantificábamos en aproximadamente el 2% anual (sí ha sido la inflación media anual de los últimos 20 años), podemos decir que el ahorro debe rentar el 2% más los impuestos que van a gravar dicho interés.
Así llegamos a la famosa ecuación de Carlos Tusquets:
AHORRO > INFLACIÓN + IMPUESTOS redondeando, el 3%
La pregunta que siempre viene a continuación es cómo conseguir esa tasa de rentabilidad ahora, con los tipos de interés como están, de hecho “los bancos ahora no dan nada” (ni creo que lo hayan dado nunca).
Pues sí que podemos conseguir esa tasa de rentabilidad que bata a la inflación más los impuestos siguiendo estrategias de largo plazo. Sin embargo, ese es un horizonte temporal en el que no podemos poner todo nuestro ahorro ya que necesitamos vivir el día a día y cubrir los imprevistos que puedan surgir en el corto plazo.
De ahí que sea necesaria la planificación por objetivos y por horizontes temporales.
Para ello podemos representar el patrimonio financiero del cliente en un gráfico que llamo la “pirámide del ahorro”, y que vamos a estratificar según horizontes temporales y objetivos financieros, así:
Cada horizonte temporal tiene asignados los objetivos financieros del cliente. Unos objetivos, que no son estáticos, sino que irán evolucionando con el tiempo y con la persona, si bien más o menos se mantienen en el tiempo.
Pero además, en cada horizonte temporal, para alcanzar los objetivos financieros, se implementará una estrategia de ahorro/inversión que sería un gravísimo error aplicar a otro horizonte temporal diferente, pero que es la adecuada para ese horizonte concreto. De ahí la importancia de tener cultura financiera o, en su defecto, tener un correcto asesoramiento.
El proceso es el siguiente.
El ahorro del cliente entra en la liquidez, que es la cuenta corriente, y que actualmente no tiene remuneración en el mejor de los casos, y en el peor tiene comisiones de mantenimiento y otras. Es decir, como ya sabemos, la estrategia de la liquidez es una mala idea para batir a la inflación, porque como dice Joel Greenblat en “El pequeño libro que aún vence al mercado”, a largo plazo “tu dinero tendría, en realidad, menos valor del que tenía cuando lo guardaste. En resumen, el plan del cochón apesta”.
Por eso, hacemos una redistribución desde la cuenta corriente hacia instrumentos de ahorro (o huchas) de corto, medio y largo plazo en función de los objetivos financieros y los horizontes temporales.
Por ejemplo, una familia con hijos podría tener esta planificación financiera:
1.     Liquidez: Habría que elegir una cuenta corriente que no penalice en exceso la liquidez, pero sabemos que en cuenta corriente hay que tener solo el dinero necesario para las necesidades cotidianas, tales como recibos domiciliados, compras recurrentes, etc.
2.     Corto plazo (1-3 años): A corto plazo, podemos sacrificar la pérdida de la inflación en el altar de la keynesiana “preferencia por la liquidez”. Por ello, usaremos estrategias de liquidez, tales como imposiciones a plazo fijo o fondos de activos monetarios, que no van a batir a la inflación, pero van a rentar más que una cuenta corriente.
Objetivos de corto plazo podrían ser hacer una reforma el año próximo, sustituir el coche, etc. En definitiva, gastos importantes que va a haber que afrontar en breve.
3.     Medio plazo (8-10 años): En el horizonte de medio plazo no podemos permitirnos el lujo de perder 1/3 del poder adquisitivo de nuestro ahorro, por ello seguiremos estrategias basadas en renta variable, anclando nuestros ahorros al crecimiento de la economía mundial.
La buena noticia es que el índice que representa el progreso de la economía mundial, el MSCI WORLD, ha rentado más de un 7% interanual los últimos 100 años, con lo que si anclamos nuestros ahorros a ese índice, y tenemos 10 años por delante, estamos bastante seguros de que obtendremos una rentabilidad muy superior a la inflación.
La mala noticia, es que no podemos poner aquí todos nuestros ahorros, sino solo aquel ahorro que previsiblemente no vayamos a usar en los próximos 10 años. Es decir, hay que asumir una cierta iliquidez.
En este horizonte, ubicaremos objetivos tales como que los hijos de los clientes puedan estudiar un buen máster, reunir el dinero necesario para empezar a comprar una vivienda, realizar una inversión empresarial o simplemente hacer que el exceso de ahorro no pierda poder adquisitivo con el tiempo (es decir, un objetivo indeterminado en la fecha en que empieza la planificación).
4.     Largo plazo (Jubilación): En el horizonte del largo plazo, se seguirá una estrategia similar a la del medio plazo, con la particularidad de que la relación entre las variables seguridad y tiempo es positiva, esto es, a mayor plazo, mayor seguridad, y por lo tanto, mayor rentabilidad.
En el largo plazo se encuentra el objetivo de mantener el nivel de vida cuando dejamos de trabajar, con independencia que de lo que pueda ocurrir con las pensiones públicas, para no tener que depender de ellas.
También está el objetivo de legar un patrimonio a los herederos, incluida toda la planificación fiscal sucesoria.
En el largo plazo es recomendable aplicar complementariamente estrategias de CICLO DE VIDA, es decir, conforme se acerca el final del ciclo de ahorro, conviene ir consolidando los beneficios obtenidos en instrumentos de inversión de menor volatilidad, asumiendo también una menor rentabilidad. Allí volvemos a encontrarnos los activos monetarios que se usan en el horizonte de corto plazo, y en general, la renta fija.
Para terminar, he aquí un cuadro resumen de una correcta planificación:
Horizonte
Plazo
Estrategia
Objetivos (ejemplos)
Liquidez
Meses
Cuenta corriente
Gastos diarios
Corto Plazo
(1-3 años)
Depósitos plazo fijo
Activos monetarios
Reforma vivienda
Cambio de coche
Medio Plazo
(8-10 años)
Renta variable
(Balancear con Renta fija)
Universidad de los hijos
Comprar una casa
Inversiones empresariales
Largo Plazo
(Jubilación)
Renta variable
Ciclo de vida
Mantener nivel de vida
Legar un patrimonio

El paraguas de la planificación financiera: los seguros.

A modo de apéndice, lancemos una pregunta: ¿Qué pasaría si ese padre o esa madre sobre quien recae el mayor peso financiero de la familia tiene un accidente y lamentablemente fallece?¿O una responsabilidad civil sobrevenida amenaza con arruinar a la familia?
Para evitar que un suceso fortuito pueda destruir la planificación financiera, que en definitiva es la seguridad futura de la familia y el proyecto vital de esta, es muy recomendable complementar la planificación financiera con una buena cartera de seguros: vida, accidente y hogar.
No es un gasto, se trata del paraguas de la planificación financiera.

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